Publicación original 04-08-2010
Salut i pelas de nou, como se dice por aquí.
Hace unos años tuve una
obra en un antiguo convento de BCN situado en el casco antiguo (al Born), del
1309, afectado por los bombardeos de Felipe V en 1714, y derribado parcialmente
por este en 1716 para crear un Cuartel militar en 1750, creando lo que sería la
primera Academia de BCN (futura universidad), y con el paso de los tiempos
sería una de las cajas de reclutamiento de la ciudad, donde alguna vez tuve que
ir a negociar las prórrogas de estudios (al final acabe haciendo me objetor),
durante las guerras y la epidemias era una zona de enterramiento, ahora en un
centro cultural, Museo y área de actos (ya habra quien haya reconocido el lugar en concreto).
Del Convento solo queda
el lateral de poniente del claustro y 2 naves laterales de este.
La faena que tenía que
realizar era básicamente la colocación de una red de saneamiento para el patio
del claustro, la colocación de iluminación y el pavimentado del mismo, todo
supervisado por una pareja de arqueólogos fijos en obra.
El primer día nos pasamos
el encargado, un peón y yo replanteando toda la instalación enterrada y
preparando el lugar para convertirlo en obra, seguido de la visita de los
técnicos de la obra y los representantes del ayuntamiento (Obras, Parques y
jardines, Patrimonio, e Historia); 4 técnicos y 6 funcionarios.
El segundo día se presentaran los
trabajadores dos parejas de oficial y peón y un maquinista con una mini
excavadora, ellos comenzarían a las 8:00h con la máquina y los arqueólogos, y
yo me presentaría a eso de las 9:00h, el encargado no llegaría hasta mediodía
ya que le tocaba día de formación. Los operarios eran de la casa, de lo
mejorcito; formado por una pareja de ecuatorianos, (el peón un indígena bajo y
cuadrado como un armario, y el oficial un mulato alto como un San Pedro), la
otra pareja (del país, el peón un chico joven y el oficial, un gaditano de
libro).
Al llegar yo, tenía al
maquinista abriendo zanjas bajo las órdenes del arqueólogo y a mis operarios
esperando con los trastos en la puerta del claustro y la conversación fue la
siguiente:
- Buenos días, -Les digo mientras
dejo los trastos y papeles en la oficina.
- Buenas,,,- contestan los tres a coro.
- Que pasa algo? Que no os han dicho lo que había de hacerse José (el
maquinista) – les pregunto.
- No nada, J., pero a ver si nos
puedes cambiar de obra.- Salta el oficial ecuatoriano (alias Mamabergas, para más señas).
- Pero porque?, no está bien acondicionada la obra??, le pasa algo??
- La obra está bien pero preferimos
a ver si nos puedes mandar a la otra tuya de Sabadell.- Responde el peón
ecuatoriano con la vista en el suelo
- Pero si os cae más lejos de casa. Pero porque?, Tenéis algún problema con
alguien?, con el encargado o el maquinista?
- No es eso, J., no es por ninguno de la obra, ya sabes que contigo hemos
trabajado bien en todas tus obras, y a gusto; es que esta obra, nos da muy mal
fario – Me responde Antonio el gaditano.
- Mal fario?? Pero qué coño fario??, que le pasa a la obra?
- Es que eso de tocar tanto hueso no nos deja buen cuerpo, lo siento pero
no es natural – Contesta un tiarrón alto como una torre.
En eso que miro a través de ellos en dirección al patio del claustro y veo
a los arqueólogos con cara de haberles tocado la lotería, enfrascados dentro
una zanja embolsando huesos y otros restos.
Resulta que en todo el patio y bajo lo que queda de la porticada del
claustro, bajo menos de un palmo de tierra está lleno de enterramientos, de las
diferentes plagas medievales , de los muertos de la guerra del francés y la del
sitio de 1714 durante la guerra de Secesión, habían enterrado muerto sobre
muerto de diferentes épocas. Con tanto hueso, toco la “delicada” sensibilidad
de los operarios más curtidos que teníamos,
teóricamente duros y endurecidos por la climatologia, (brutos como adjetivo, es quedarse corto,
uno de ellos rompió una piedra de más de un metro de diámetro, él solito con un
mallo ( martillo de 4-5 Kg.) ante la perplejidad de todos en otra obra).
Los dispuse en otras faenas hasta acabar el día, menos al más jovencito que acabo quedandose durante toda la obra, que lo deje haciéndose el machito, como ayudante de la jovencita arqueóloga, (no sé
si se la acabaría ligando o enviaría a la porra al chico).
Hasta la próxima:
Jack Onalos